Este proyecto residencial nace del respeto a la naturaleza y la topografía del sitio. Consta de cinco módulos habitacionales que se abren al sur para aprovechar la luz, la ventilación natural y las vistas del paisaje. La propuesta busca reconciliar arquitectura y entorno, interviniendo el terreno de forma delicada, manteniendo su pendiente y apoyando los volúmenes sobre plataformas de piedra. Los espacios se conectan mediante puentes, incluido uno que cruza un arroyo, configurando un eje transversal que estructura el conjunto. Cada módulo se eleva del suelo para evitar la humedad y combina concreto aparente con materiales y técnicas locales. La experiencia arquitectónica se centra en los sentidos: luces y sombras en los pasillos, texturas de muros y madera, temperatura y humedad del ambiente, y aromas de los árboles frutales. Las azoteas funcionan como jardines que captan agua de lluvia y refuerzan un ciclo sostenible. El proyecto propone un habitar en contemplación, meditación y quietud, donde la arquitectura se integra al paisaje endémico y permite una relación fluida con el paso de las estaciones. La casa es un espacio para explorar, sentir y vivir en armonía con la montaña y la naturaleza.

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